La vida contemplativa

     La Metafísica, según Borges, es un subgénero de la literatura fantástica, como las novelas de vampiros o las Aventuras de Simbad. La afirmación es extrema; pero nos pone en una buena pista tras la que llegaremos a entender que toda teoría global sobre la realidad es un relato cuya pertinencia se ha de medir con criterios no demasiado diferentes a como valoramos las metáforas; y, a la inversa, que todo relato ha de sustentarse en un encofrado filosófico, si es que aspira a convertirse en algo más sólido y duradero que una banalidad cultural pensada para ser consumida por neurasténicas y cagapoquitos del alma.
Mrs. Gillian Flynn (¡y qué guapa!). La fuente

     Les cuento esto porque acabo de ver una muy buena película, Perdida (Gone Girl), dirigida por David Fincher, que es un experto en llevar a la pantalla historias tensas y ásperas. Ninguna, sin embargo, tan dura como ésta, cuya fuente se encuentra en una novela escrita por Gillian Flynn, una escritora muy resuelta que se presenta a sí misma desde su página web con estas tiernas razones: “Nunca fui lo que se dice un angelito. De niña, mi pasatiempo favorito era cazar hormigas y echárselas a las arañas, eso cuando estaba en el campo. Para cuando iba a casa de mis primas me inventé un juego al que llamaba ‘La Perversa Tía Rosie’ en el que simulaba ser una cuidadora siniestra, y mis primas más pequeñas tenían que huir de mí.” Entre la vida contemplativa y pedagogos sin fronteras, o sea.
     Baruch Spinoza, el gran metafísico racionalista del XVII, compartía con Mrs. Flynn la afición a echarle de comer a las arañas. Spinoza era un hombre dulce, vaya esto por delante; pero le gustaba contemplar los mecanismos de la necesidad y por eso disfrutaba viendo cómo las moscas y las hormigas cumplían su destino vencidas por el veneno de las arañas, en primera instancia, y por la concatenación de las causas y efectos en último y general extremo. Por un momento pensé que la escritura de Flynn compartía con Spinoza ese anhelo por entender el Universo como un juego insoslayable entre la extensión y la necesidad; pero la Señora Flynn es una vecina de Kansas City y allí nadie pierde el tiempo en estas abstracciones. Antes bien, yo diría que la autora de Gone Girl se inclina más por don Arturo Schopenhauer, que es más de andar por casa. Desde luego, parece haber leído lo que éste sentenciaba sobre la vida en pareja: “Casarse es hacer lo posible para asquearse mutuamente.” También parece estar perfectamente al tanto (de esto no me cabe duda alguna) de las recientes investigaciones llevadas a cabo en el campo de la sociología por la profesora en la London School of Economics, la doctora Catherine Hakim, quien ha trabajado en torno a la categoría de “Capital Erótico”, un campo de investigación que pretende medir el valor económico de lo que en España se viene llamando “un buen coño”. Me refiero, claro está, al valor de cambio, porque el valor de uso de un buen coño lo sabemos todos, poco más o menos.
     Hay un momento en la película y en la novela de Flynn en que el protagonista se refiere a su amada en estos términos: “Lo mejor de Amy es que tiene un coño maravilloso”, e inmediatamente comprendemos que Amy cuenta con el “capital” que precisa para triunfar en la vida; mientras que el muchacho, por nadie pase, está perdido. Dicho así, dicho del modo que se diga, esta idea transgrede los tabúes más sagrados de la moralina impuesta por lo políticamente correcto; y por eso vengo hoy aquí a recomendarles la película y la literatura toda de Mrs. Flynn, unas imágenes y unas páginas en las que uno respira un aire limpio de cursiladas, y en las que se describen las relaciones humanas con un humor tan afilado que rasga el velo negro con que se cubre el alma cuando alcanza a comprender los mezquinos intereses que explican nuestra conducta. 
     Gillian Flynn es una escritora de lujo y una maestra de la sospecha. Pero además de todo esto, es muy guapa: puro capital erótico, o sea. Todo hombre valiente debería tener una aventura con una mujer de este calibre, muy a sabiendas de que en el intento vas a perder tu alma y te estás jugando las pelotas.

Artículo publicado en el diario La Opinión, de Murcia, el 18 de octubre de 2014

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